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UN MINUTO PARA REZAR, UN SEGUNDO PARA MORIR


Un minuto para rezar, un segundo para morir (Un Minuto per pregare, un istante per morire )
1968
Italia
Director: Franco Giraldi
Guión: Albert Band, Ugo Liberatore, Louis Garfinkle
Fotografía: Aiace Parolin
Música: Carlo Rustichelli

Reparto:
Alex Cord, Arthur Kennedy, Robert Ryan, Enzo Fiermonte, Renato Romano, Franco Lantieri, Giampiero Albertini, Mario Brega, Nicoletta Machiavelli, Rosa Palomar, Fortunato Arena, Franco Balducci, John Bartha, Silla Bettini, José Canalejas, Spartaco Conversi, Alberto Dell'Acqua, Ottaviano Dell'Acqua, Franco Gulà, Paolo Magalotti, Daniel Martín, José Manuel Martín, Gino Marturano, Antonio Molino Rojo, Osiride Pevarello, Mimmo Poli, Lorenzo Robledo, Claudio Ruffini, Aldo Sambrell, Francisco Sanz, Massimo Sarchielli, Giovanni Ivan Scratuglia, Antonio Vico, Nino Vingelli, Frank Braña, Guglielmo Spoletinit.

Película dirigida en 1968 por Franco Giraldi (”Sugar Colt”, “Siete pistolas para los McGregor”, “Siete mujeres para los McGregor") que supuso su última contribución al spaghetti western con la que parece quiso hacer algo diferente tanto en cuanto a la trama como al personaje principal de la misma, y para lo que contó con un buen libreto de tres de los cinco guionistas que habían escrito el de “Los despiadados” el año anterior (otro spaghetti que se alejaba de los temas más característicos de este subgénero).

Clay McCord es uno de los más famosos pistoleros de Nuevo Méjico al que han puesto precio por su cabeza, en concreto 10.000 dólares. Cada vez más acosado por los representantes de la ley y por los cazadores de recompensas y aquejado por una dolencia que amenaza con dejarle paralítico, se planteará acogerse a la amnistía promulgada por el gobernador del Estado. Pero para ello no sólo deberá enfrentarse a sus propias reticencias, sino también a un sheriff corrupto de Tascosa que no está de acuerdo con esta política y al líder de los bandidos de la región que se han refugiado en un pueblo de las montañas llamado Escondido.

Así pues el film aborda el tema, pocas veces visto en este subgénero, de la reinserción en la sociedad de hombres violentos (asesinos, forajidos) que han hecho de su habilidad con las armas su medio de vida. Además lo hace desde un enfoque bastante original ya que el protagonista no se plantea abandonar su vida por cuestiones éticas sino porque las circunstancias le están obligando y se encuentra en una situación límite, ya que si se agrava su dolencia, que le provoca la parálisis del brazo derecho, estaría a merced de cualquier inexperto pistolero; así en ningún momento va a mostrar el más mínimo arrepentimiento sobre la conducta que ha mantenido hasta ese momento e incluso, consciente de las dificultades que podría tener una vez conseguido el indulto, no se conformará con los cincuenta dólares prometidos por el gobernador sino que exigirá la suma de cinco mil.

Por tanto nos encontramos ante un personaje negativo con el que resultaría difícil identificarse si no fuera porque el inteligente guión nos describe un mundo violento, feroz y hostil habitado por seres más crueles y despiadados que el propio protagonista: la comunidad de Escondido (una especie de refugio para los bandidos que remite a “Encubridora” de Fritz Lang) está muy lejos de la visión un tanto idílica e influida por los movimientos sociales de finales de los sesenta que nos mostró Sergio Sollima en “Cara a Cara”, ya que aquí nos encontramos que está controlada de forma despótica por el líder, Krant, hasta el punto de que es él el que dicta las normas y decide sobre la vida y la muerte de los miembros sin que se ponga en duda su poder y sus decisiones; los cazadores de recompensas se muestran como seres despreciables y amorales que se aprovechan de la ley para enriquecerse asesinando a otros hombres (en este sentido cobran gran importancia la escena en la que dos cazadores de recompensas acaban, tras torturarlo, con a un sacerdote, y uno de ellos le dice al otro: “Esto no me gusta. Matar curas no es negocio. No valen nada” y el comportamiento, como si fueran dos buitres que me recordó a los de “Grupo salvaje”, de dos de ellos en la escena final); incluso aquellos que deben velar por el cumplimiento de la ley como es el sheriff de Tascosa, llevados por su odio, deciden incumplirla potenciando la caza del hombre a través de seres repugnantes o impidiendo que les lleguen alimentos a los forajidos de Escondido aunque esto suponga matarlos de hambre. Pocas veces (recuerdo, por ejemplo, “El gran silencio” o “Una cuerda y un colt”) he visto reflejado con tanta crudeza un mundo tan desolador y cruel.

El otro elemento curioso del film es sin duda el protagonista, un hombre enfermo cuya dolencia, que remite a la de Cole Thornton en “El Dorado”, aunque aquí se explota su lado más trágico, le hace por momentos arrastrarse infringiéndole un dolor tanto físico como mental, ya que a través de varios flashbacks sabremos que su padre murió de epilepsia (causa de que sufriera el desprecio y la burla de sus vecinos y de que se lanzará una vida de delincuencia al acabar con ellos) y que él teme haber heredado la enfermedad de su progenitor. Esta dolencia, además, le convierte, frente al típico protagonista casi invencible de los spaghettis, en un antihéroe vulnerable e, incluso, por momentos inerme.

Para dar vida a este complejo personaje se escogió a un actor norteamericano, Alex Cord (había participado dos años antes en el remake de “La diligencia” dirigido por Gordon Douglas, demostrando que daba perfectamente la imagen de vaquero) que hace un buen trabajo como McCord, transmitiendo con corrección las características de este complejo personaje fruto, en gran parte, de su trágico pasado: su fragilidad, su codicia, su carácter violento, sus miedos. Un individuo que, además, parece atraer a la muerte allí donde va. Junto a él, en uno de los grandes aciertos del film, dos grandes veteranos de Hollywood que en su día se especializaron en roles negativos: un gran Robert Ryan (“Los profesionales”, “Grupo salvaje”), que les gana la partida a sus compañeros en las escenas en las que interviene y con cuya aparición gana muchísimo la película, da vida al bienintencionado gobernador de Nuevo Méjico; y un convincente Arthur Kennedy (“Horizontes lejanos”, “El hombre de Laramie”) en el rol de Colby, el Marshall de Tascosa que se opone a aplicar la amnistía decretada por el gobernador. Además aparecen habituales de este subgénero que se muestran a un gran nivel (prueba de una buena e inusual labor de dirección con los actores) como Mario Brega en el papel de Krant el dictatorial líder de Escondido que teme que la decisión de acogerse a la amnistía por parte de McCord haga efecto en más forajidos y ello suponga la pérdida de su poder; Nicoletta Maquiavelo que aporta su belleza en el único papel femenino destacable para protagonizar una, para mí, poco convincente historia de amor; José Manuel Martín en un pequeño papel como uno de los hombres de Krant que le sirve, no obstante, para protagonizar una gran escena; Aldo Sambrell, Antonio Molino Rojo y José Canalejas como los salvajes cazarrecompensas; Paco Sanz en el rol del barbero de Escondido que también se luce en otra gran escena que recuerda a una muy famosa de "Los largos días de la venganza"; Daniel Martín como un sacerdote amigo del protagonista o Lorenzo Robledo que da vida a otro hombre de Krant.


Como aspectos no tan afortunados del film señalaría el comienzo un tanto errático y dubitativo, la dirección de Franco Giraldi que, aunque consigue buenas escenas (sobre todo las de acción), me parece inferior a la historia que narra, y la banda sonora de Carlo Rustichelli, que cuenta con un buen tema de corte melancólico adecuado para resaltar el pesimismo del film pero que se repite en exceso, mientras que el resto de temas me han parecido muy flojos. En resumen, creo que se trata de un interesante, atípico y bastante cuidado spagheti (son, por ejemplo, numerosas y variadas las localizaciones) pero está lejos de la gran película que podría haber sido.

ARTHUR KENNEDY

Actor estadounidense (Massachusetts1914-Connecticut1990), cuyo verdadero nombre era John Arthur Kennedy, que cuenta con una dilatada carrera desarrollada durante casi cincuenta años. Caracterizado por su versatilidad y naturalidad se especializó en personajes ambiguos cuando no negativos convirtiéndose en uno de los grandes secundarios de Hollywood, y llegando a ser nominado hasta cinco veces al Oscar, cuatro como mejor actor de reparto y una como mejor actor principal, aunque, como otros grandes intérpretes, nunca lo ganó.

Sus primeros pasos en el mundo de la interpretación los dio en el teatro, medio que nunca abandonó, convirtiéndose en un gran especialista en las obras de Arthur Miller y obteniendo el codiciado Tony por su interpretación en “La muerte de un viajante”. Su debut en el cine tuvo lugar en 1940 con “Ciudad de conquista” en la que hacía de hermano del protagonista James Cagney, papel que repetiría en varias ocasiones a lo largo de su carrera como en el extraordinario drama ambientado en el mundo del boxeo “El ídolo de barro” (Mark Robson, 1949) en el que era el hermano de Kirk Douglas, papel por el que fue nominado al Oscar, o en el excelente melodrama de Vincente Minelli “Como un torrente” (1958) en el que dio vida al hipócrita hermano mayor de Frank Sinatra, personaje por el que también fue nominado al Oscar.

En 1941 es contratado por la Warner y en ese mismo año interviene en dos obras maestras de Raoul Walsh, “El último refugio” como uno de los compañeros atracadores de Humphrey Bogart y “Murieron con las botas puestas” biografía del General Custer al que dio vida Errol Flynn. Pero con su incorporación a filas durante la Segunda Guerra Mundial su carrera sufrió un parón de varios años. Tras licenciarse y durante la década de los cincuenta pudimos disfrutar de sus interpretaciones en grandes películas como los dos magníficos westerns dirigidos por Anthony Mann y protagonizados por James Stewart “Horizontes lejanos” (1952) y “El hombre de Laramie” en los que interpretó papeles negativos, el no menos extraordinario “Encubridora” (Fritz Lang, 1952) en el que interpretó, junto a una madura Marlene Dietrich, a un vengativo cow-boy y el largometraje ambientado en el mundo del rodeo dirigido por Nicholas Ray “Hombres errantes” (1952) con Robert Mitchum y Susan Hayward. En esta década volvió a emparejarse con Humphrey Bogart en la estimable “Horas desesperadas” (William Wyler, 1955), así como su presencia se hizo habitual en una serie de melodramas como “Vidas borrascosas” (1957) en la que volvió a ser dirigido por Mark Robson y de nuevo fue nominado al Oscar por uno de los personajes más miserable de su carrera o “El fuego y la palabra” (Richards Brooks, 1960) en la que interpretó a un descreído y racional periodista que seguía de cerca las andanzas de los predicadores-charlatanes interpretados por Jean Simmons y Burt Lancaster.

Con el comienzo de los años sesenta se le pudo ver en la típicas superproducciones de grandes repartos como la mítica “Lawrence de Arabia” (David Lean, 1962) en la que volvió a interpretar a un periodista, “Barrabas” (Richard Fleischer, 1962) en la que encarnó a Poncio Pilatos, “El gran combate” (1964) , último western del maestro John Ford, en el que, en un interludio cómico, dio vida a Doc Holliday mientras James Stewart interpretó a su amigo Wyat Earp o “Viaje alucinante” (1966) como un científico y de nuevo bajo la dirección de Richard Fleischer. Durante esta década además comenzó a simultanear sus trabajos en Hollywood con apariciones en televisión y en producciones rodadas en Europa, incluidos los dos euro westerns en los que intervino. En la década de los setenta su filmografía se nutrió básicamente de telefilmes y largometrajes europeos generalmente de escaso interés con alguna excepción como por ejemplo “No profanar el sueño de los muertos” dirigida por Jorge Grau en 1974 o “Roma a mano armada” un poliziesco dirigido por Umberto Lenzi en 1976.

Aquejado de un cáncer, a finales de esta década se retiró del mundo de la interpretación, y sólo se le pudo ver puntualmente en alguna producción a finales de los ochenta. Su último trabajo fue la desconocida por mí “Grandpa”, estrenada el mismo año de su muerte.

Filmografía SW:

1965.- “Joaquín Murrieta”.
1968.- “Un minuto para rezar, un segundo para morir”.

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